Corina está frente al espejo, viste una blusa y un pantalón de traje. «Mira, estoy vestido igual que tú«, comenta su pareja. Corina se queda pensando que probablemente parezca un hombre. Eso fue hace un año. Hoy, a sus 32, lleva adelante su propio blog, «Tath – Today at the Headquarters«, para mujeres como ella: jóvenes, femeninas y exitosas.
Esta bloguera busca alternativas a los códigos tradicionales del mundo de los negocios. Ella misma trabaja en una empresa internacional, en una posición de alta responsabilidad. Cuando entró en la firma quería adaptarse, y como todos los hombres y mujeres que la rodeaban vestían pantalones de traje, ella también se compró algunos. Pero cuando vivió esa pequeña escena delante del espejo todo cambió.
«Allí caí en la cuenta de que me sentía disfrazada, que solía vestir un uniforme de trabajo«, recuerda incómoda.
Y no estaba tan errada. Algunos especialistas sostienen que gran parte de los códigos por los que se guían las mujeres al vestirse para el mundo laboral imitan las modas masculinas.
Corina iniciaba una carrera en un ámbito dominado por los hombres, y de algún modo siguió la pauta de que la vestimenta masculina suele ser asociada con las cualidades de las altas posiciones: firmeza, concentración, ambición y un buen pasar. «Pero si quiero ser independiente, no quiero serlo como una copia del hombre«, sostiene la bloguera.
Los códigos suelen tender a los colores opacos como el azul marino, negro, gris, marrón oscuro, y los cortes deben pasar desapercibidos y tender a formas clásicas, se trate de un pantalón de vestir, un traje entallado, una blusa o un vestido.
Si bien muchas mujeres sostienen que la ropa debería ser irrelevante y que lo central está en las capacidades, las directrices de la moda suelen hacer una diferencia en cómo se percibe a quien viste una chaqueta formal o un saquito de lana.
Kisura, una plataforma de moda en Internet, asesoró el año pasado a 40.000 mujeres de todos los sectores. La mayoría buscaba un estilo laboral casual.
En el mundo de los start-ups, cualquiera puede aparecer en camiseta y jeans, y quien tiene buenas capacidades intelectuales no debe demostrarlo vistiendo un traje. De hecho también hay muchas mujeres dentro del mundo laboral más tradicional que se atreven a combinar un estilo de negocios conservador con algún acento personal.
Las faldas entalladas, de una tela que no se arrugue fácilmente, siempre son prácticas y pueden ir acompañadas de una blusa elegante o una camiseta menos formal.
Las variantes de los clásicos también le pueden dar al look general algo de soltura. Puede ser, por ejemplo, un blazer de corte original, abierto y levemente asimétrico; o tal vez una falda estampada o un pantalón de vestir que sea algo más amplio en la parte superior, de modo de que además sea cómodo para un largo día de trabajo.
La vestimenta no deja de ser un medio para transmitir profesionalismo y fortalezas dentro del rubro en el que se trabaja.
Una mujer que dirige un servicio de moda digital vestirá por ejemplo una chaqueta de cuero con un vestido y dará una imagen de femineidad con una cuota de presencia fuerte.
Los parámetros y variables son miles, pero hay especialistas que consideran obsoleto debatir, por ejemplo, cuál debería ser el largo de una falda. Corina no siempre viste faldas que estén a un máximo de cinco centímetros por encima de la rodilla.
En su blog se la puede ver vistiendo faldas algo más cortas. Pero las acompaña con pantimedias opacas y un blazer cerrado. Ella opina que la mujeres no tienen por qué ocultar su figura con prendas holgadas, pero sí deberían optar por algo que no sea ni demasiado corto, ni demasiado ajustado, ni demasiado transparente.
Los colores están permitidos. Corina se muestra con un vestido coral o combina el azul marino con un amarillo azafrán o viste una blusa bordeaux con un blazer de leopardo gris. El secreto está en no elegir más de un objeto llamativo.
A la hora de hacer compás, sugiere nunca olvidar guiarse por la frase: «Esto también puedo llevarlo en el trabajo» y no «Esto es para el trabajo«. La oficina y la calle van de la mano, en el trabajo también se expresan las modas y la comodidad se ha vuelto algo muy aceptado por los códigos de oficina. Por eso, en el momento de elegir los zapatos, no hay que dudar: el calzado sin taco también está más que permitido.
Sophie Rohrmeier (dpa)