Muchos pasan años formándose, estudiando, invirtiendo en su educación y al finalizar se encuentran, de un momento a otro, en un puesto de trabajo extremadamente poco alentador. ¿Qué hacer? ¿Seguir buscando? ¿Contentarse con la realidad?
Las posturas son muy diversas. Muchos asesores laborales aseguran que el descontento es parte del espíritu de esta época. Es habitual, según dicen, que todos busquen un trabajo absolutamente perfecto, que encaje con sus ilusiones, necesidades, deseos y con su organización personal general.
Antes lo primero que recomendaban los padres era: búscate un empleo que sea seguro. Hoy, en cambio, el lema suele ser: búscate un empleo que te haga feliz. Pero buscar esa felicidad plena a través del trabajo puede llegar a ser frustrante, ya que no existe un puesto que sólo dé felicidad. ¿Qué hacer cuando el día a día se vuelve monótono?
– Revisar las expectativas: El primer paso es corroborar si las expectativas son o no realistas. A veces se abre una gran brecha entre la realidad y lo que uno espera obtener de ella. Pero claro, es difícil juzgarlo desde la propia perspectiva, por eso una buena alternativa es conversar con amigos o familiares y escuchar cómo lo ven ellos. Esa opinión, emitida con cierta distancia y objetividad, puede ser muy útil, sobre todo si uno acaba de coger un empleo, porque los inicios suelen costar de por sí más, sobre todo si uno debe asumir tareas a las que no estaba habituado.
– Buscar claridad: ¿Qué me molesta y por qué? Hurgar en estas preguntas será el segundo paso. Es importante poder nombrar qué es lo que uno querría y no ve conretado en el trabajo, es decir, cuál es el epicentro del descontento. ¿El clima no es bueno? ¿Los colegas son complicados? ¿Uno querría tener un mayor retorno sobre lo que hace? ¿Escuchar más observaciones, más elogios? ¿La tarea resulta pesada o son más bien las reglas vigentes las que la convierten en un incordio?
Acto seguido, es bueno pensar: ¿Qué tendría que cambiar para que el trabajo realmente me gustara? De este modo se pueden desarrollar soluciones que lleven tal vez a mejorar la sensación general que se tiene en un puesto particular.
– Abrir nuevas puertas: Quien no vea nada positivo en su situación, debería ver, en efecto, qué alternativas existen. Llegada esta instancia, también sirve reflexionar sobre qué es lo que se busca. Quienes pongan mucho peso en la comunicación con sus compañeros y en un buen clima en la oficina, deberían darle importancia a este aspecto en su búsqueda. Hacer un día de prueba en un nuevo sitio puede servir para tener una idea aproximada de cómo es el grupo. Nunca está de más hacerlo antes de firmar un nuevo contrato.
Quienes busquen en cambio tareas totalmente distintas, pueden pensar en cambiar un poco de sector laboral. Las vías para cambiar en este sentido son múltiples y no siempre requieren más cursos y otra formación. Lo importante en todos estos casos es tomarse su tiempo, no renunciar de un día para otro, sino evaluar las posibilidades con cierta serenidad.
– Ceder: No está descartado que alguien pueda encontrar el trabajo de sus sueños, pero nunca se tendrá una certeza al cien por cien. Los contextos pueden ir variando: pueden surgir nuevos colegas o nuevas tareas que de pronto hagan que todo cambie. Por eso hay quienes recomiendan tener cierta paciencia, sobre todo si se inicia un trabajo. En toda empresa hay fases malas y fases buenas y también es parte de la vida laboral aprender a sobrellevarlas.
Ante estas situaciones se puede llegar a tener otra actitud y pensar: aunque aquí no sea todo perfecto, haré lo mejor y evolucionaré en la dirección que deseo.
– Conocerse: A veces compararse con otros genera insatisfacción. Por ejemplo, si un amigo cuenta que en su trabajo está recorriendo todo el país porque lo envían a auditar filiales de su empresa, uno puede llegar a sentir algo de envidia y lamentarse de la propia suerte, estática y de escritorio, pero en el fondo ¿uno querría estar viajando todas las semanas? Algunas personas necesitan esa aventura, otras no, y es importante conocerse y saber qué es lo que realmente se quiere para no perderse en ilusiones vagas y difusas.
Bettina Levecke (dpa)