La Navidad es un festejo familiar. Pero a veces puede volverse muy estresante, especialmente cuando los padres están separados. El 24 de diciembre con papá, el 25 con mamá…y aún quedan por visitar abuelos, tíos y tías. En medio de este lío, ¿quién piensa en los hijos? La mayoría de las veces, estos no pueden ni siquiera decidir. ¿Es justo que un hijo de padres separados deba lidiar con todo esto?
En primer lugar, no hay que olvidar que la Navidad es apenas un día, de los 365 del año. Pero es un día especialmente sensible y emocional, en el que salen a la luz muchos temas. Por eso, es importante hablar antes de las fiestas.
Los terapeutas familiares proponen soluciones pragmáticas, es decir, reglas claras. Por ejemplo, que todos los años se celebre la Navidad con un padre distinto. Un año con mamá, otro con papá y así. De esta forma, hay un buen argumento si los padres no respetan el acuerdo.
Algunos psicólogos consideran que está bien que los hijos de padres separados sean un poco egoístas. Lo ideal es que se pregunten con quién quieren pasar las fiestas. Y decirlo. Lo mejor es hablar con los dos padres, para que los dos se vean involucrados y ninguno se sienta dejado de lado.
Para este tipo de conversaciones siempre vale la misma regla: planearlas con tiempo, de modo que los padres no se vean «sorprendidos» un día antes de Navidad con una conversación espontánea. Ellos también necesitan acostumbrarse a la situación. Como hijo, es importante decir claramente qué se desea, hablando de forma respetuosa. Y eso deben hacerlo tanto padres como hijos.
Los psicólogos recomiendan a los jóvenes mantener la calma incluso si la nueva novia del padre les cae mal. Lo ideal es no hacer escalar la situación justo debajo del arbolito de Navidad. A fin de cuentas, lo que importa es compartir la fiesta con los padres. Traducido: morderse la lengua, tragar saliva y despotricar contra la novia en otro momento. A veces ayuda salir a correr un rato, respirar profundo o hablar con un amigo. No siempre es recomendable dar rienda suelta a los sentimientos sin detenerse a pensar un minuto.
De todas formas, si la molestia existe, conviene hablar de forma tranquila con el padre, ya que la nueva relación seguirá formando parte del panorama más allá de la Navidad. Los terapeutas recomiendan salir a tomar algo afuera para hablar, para que nadie moleste ni interrumpa la conversación. La regla de oro es escuchar y dejar hablar al otro para encontrar una solución común.
Sin embargo, si el «problema de Navidad» con los nuevos novios y novias de los padres se vuelve agudo, algunos especialistas tienen otro consejo: si es inevitable que la nueva pareja esté presente, lo mejor es aferrarse a los rituales. Si mamá, por ejemplo, siempre prepara el mismo postre o cuenta la misma anécdota para Navidad, eso debería seguir así. De esa forma, hay un motivo para esperar las fiestas con cierta alegría.
Lo más importante es hablar sobre los propios sentimientos. Y eso no tiene por qué ser siempre con los padres. Puede ser cualquier interlocutor por el que uno se sienta comprendido. El grupo de amigos es un buen lugar para descargar el enojo y la frustración. Además, seguro hay otro compañero o amigo cuyos padres también se separaron y con el que se puede hablar de la experiencia.
A veces, una Navidad con las nuevas parejas de los padres puede tener incluso su parte positiva: ya no existe la tensión permanente entre los padres y eso permite a veces disfrutar más del padre y de la madre en cuestión. Muchos hijos aprenden a conocer a sus padres tras una separación. Y quizá, a fin de cuentas, la nueva novia de papá no sea tan insoportable.
Dpa/Mujer21
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