Cuando decidimos dar el paso de irnos a vivir con nuestro novio, es verdad que la unión se fortifica y se está dando un paso muy grande. No obstante, no todo puede ser maravilloso. Elaboramos una lista de las 13 cosas que te pueden pasar:
-Pensabas que se acostaba antes.
Cuando se despedía con ese «Buenas noches nena, te quiero«, a las 23: 30, te daba a entender que él también se acostaba, ¿verdad? Puede que te des cuenta que, muy a tu pesar, lejos de acostarse, llama a sus amigos dos horas antes y se quedan hasta las una de la mañana ahí tirados, en el sofá un martes, por ejemplo.
-En los días de fútbol, tú también estás en el equipo.
Si lo que te apetece es estar con tu chico a gusto esa noche, y por qué no decirlo, disfrutar de una buena noche de sexo y luego quedaros dormidos juntos, puede que sea ardua tarea si esa noche, justo, hay fútbol. Tu plan se desmorona ya que o bien vienen todos sus amigotes o él mismo sale a ver el partido.
-Adiós a los Lazy Sunday.
Adiós a Netflix, hola Facebook en la cama. Es hora de compromiso y tolerancia, es decir, dejarle ver 12 horas de fútbol cada domingo.
-Puede que te empiecen a molestar cosas en las que antes ni te fijabas.
El ruidito al masticar, el dejar la puerta del armario abierta. Son cosas que al no vivir con ellos y verlos un par de horas (o las que sean) al día, no te molestan. No obstante, la cosa cambia cuando ya estáis los dos conviviendo bajo el mismo techo… ¿verdad?
-Eres lo suficientemente mayor como para decir «Cariño, ya estoy en casa», sin que suene sarcástico.
Puede que al oír esta mítica frase, te preguntes en qué momento de tu vida te has hecho mayor. (Siempre de forma sarcástica y con una pequeña dosis de humor).
-Compartir el alquiler está bien, pero no las otras cosas.
Sí, el irte de vivir con tu pareja supone una declaración de intenciones de que vas a compartirlo prácticamente. Sin embargo, habrá veces que te preguntes: “¿dónde está toda la comida? ¿Y los 9 rollos de papel higiénico que compré ayer en el super?”
-Te encuentras con la bonita escena diaria en la que él friega y tú, secas los platos.
Esta bonita y cinematográfica acción puede llevar a dar pie a otras conversaciones como: “¿Desde cuándo está ese tupper de lentejas en la nevera? Deberíamos tirarlo porque apesta…”
-Restos de barba.
Si tu cuando te depilas o cualquier cosa tienes la delicadeza de recoger los pelos del lavabo o de la ducha, el también debería hacerlo ¿no?
-Ducharse juntos no es tan sexy como parece.
Si antes ducharse juntos era un momento íntimo y muy deseado por los dos. Ahora que convivís bajo el mismo techo seguramente desees tener tu propio momento a la hora del baño.
-Todo huele un poquito «mal».
Sí, la colada es la colada, y todo se lava en el mismo sitio. Pero cuando ves que pone su ropa sudorosa del gimnasio en el mismo cesto de ropa sucia que tu delicada lencería, te entran los siete males. Solución: dos cestos.
-Repartición del frigo.
Cuando solo tienes un compañero de piso, que además es tu pareja, tienes que sufrir el difícil acuerdo del frigorífico, y ya no hay repartición de estantes. Desde ahora, batidos o alimentos de chicos tienen que convivir con tus actimeles y yogures de fibra.
-¿Y mi espacio?
Si antes todo el espacio que tenías era para ti, ahora me temo amiga que el hueco será más pequeño. Dejarás ropa en casa de tus padres, otro tanto se lo darás a tus amigas, él, seguramente, podrá conformarse con menos de la mitad.
-Harás más el amor.
Tranquila porque tampoco todo va a ser malo. Harás el amor mucho más y crée que cuando te dicen que por toda la casa, es por TODA LA CASA.
Mujer21
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