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Consecuencias, no reprimendas: cómo enseñar a ordenar a los hijos

Los zapatos están tirados por el pasillo. En el resto de la casa hay, aquí y allí, cubiertos usados, calcetines y otras cosas que pertenecen a los hijos. ¿Ordenar? Sólo si se les pide, y no siempre obedecen a la orden. Los adolescentes son especialmente rebeldes a la hora de ordenar. Es como si ni siquiera vieran el desorden.

Los psicopedagogos dicen que es normal, ya que en la pubertad no sólo cambia el cuerpo, sino también el espíritu. Los adolescentes están interesados en otras cosas: viven el momento. A esto se suma que muchos de ellos fueron bastante consentidos. Hay muchísimos adolescentes que viven muy cómodos en el «hotel mamá» y nunca tomaron conciencia, de que también son responsables del orden.

Ordenar es, al igual que leer y escribir, un proceso de aprendizaje. Por eso, los pedagogos recomiendan que los padres se lo enseñen cuanto antes a sus hijos. Pero para eso hay que hacer que los ambientes de la casa contribuyan, ya que los chicos generan mucho desorden cuando tienen posibilidades de hacerlo, como en el caso de las habitaciones repletas de juguetes.

La naturaleza del niño es tocar e investigar todo. Si tiene el cuarto repleto de juguetes, lo más probable es que convierta el lugar en un caos. Por eso, uno de los primeros pasos es «despejar» las habitaciones de los niños, incluso de aquellos más pequeños que aún asisten al jardín de infancia. Se puede reducir drásticamente la cantidad de objetos en la habitación del niño sin que éste termine aburriéndose. En lugar de diez cajas con juguetes, basta con que haya dos o tres. Así, ordenar se vuelve más fácil para ellos.

Los psicopedagogos recomiendan que los padres estén junto a los niños a la hora de ordenar y los ayuden en la tarea para que éstos puedan ver cómo se ponen en fila los ositos de peluche y cómo se apilan las cajas.

Optimized-niño jugando
Jugar siempre es más divertido que ordenar. Por eso, los padres tampoco deberían tener expectativas desmedidas en cuanto al orden. Cuando se convive con niños es necesario tener paciencia y despedirse de la idea de que en la casa reinará el orden universal. Es decir que ayuda mucho reducir un poco las expectativas y adaptarse, al igual que cuando se convive con otros adultos.

Sin embargo, debe haber reglas. Los niños pueden asumir pequeñas tareas desde el inicio de su escolarización, a los seis años, mientras que en la adolescencia deberían estar dispuestos a responsabilizarse, en cierta medida, por el mantenimiento de la rutina hogareña. Los especialistas recomiendan sentarse con los hijos a la mesa y trazar un plan, preguntándoles quién puede ocuparse de qué cosa.

Planificar y acordar cosas no quiere decir que éstas se cumplan. ¿Qué pueden hacer los padres cuando los hijos no cumplen con su parte? De acuerdo con los psicopedagogos, lo mejor es ser consecuente. Si alguien no quita sus cubiertos sucios de la mesa, no recibirá limpios la próxima vez. Quien no corta el césped, no será llevado en coche a casa del amigo. Quien tire su ropa así en el armario, usará ropa arrugada. Cuando los hijos ya son más mayores, deben aprender que las relaciones familiares también se inscriben dentro de una lógica de dar y recibir.

Los padres, por su parte, deben establecer límites y trasladarles ciertas responsabilidades a los hijos. De esta forma, se ahorran las quejas permanentes, ya que los hijos aprendieron de forma directa que su comportamiento tiene consecuencias. En el caso de los adolescentes que no hacen nada en casa, se pueden tomar medidas más drásticas, como reducirles una parte de la mensualidad si no cumplen con determinadas tareas. Los chicos deben aprender que los padres no son sus sirvientes.

Sin embargo, también hay límites para los padres. Las reglas del orden deberían regir para los espacios comunes. El cuarto de un adolescente debería ser un ámbito privado. Si el joven no hace su cama ni ordena su escritorio, déjelo así. A fin de cuentas, es el adolescente el único que usa ese cuarto.

Dpa/Mujer21

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