LEMVIG (dpa) – Las ostras son consideradas una exquisitez. En el fiordo de Lim, en el norte de Dinamarca, los turistas pueden salir en busca de los moluscos por sí mismos y comer tantos como puedan digerir.
Jens Hedevang Nielsen es un hombre envidiable. Está parado tranquilamente en el agua, que llega hasta la rodilla, y recoge ostras salvajes. En la playa, el danés rompe la concha con un cuchillo y la come cruda o hecha a la plancha. El champán que acompaña a las ostras lo deja en manos de los turistas, porque después va a tener que conducir. Jens trabaja de guía naturalista en el Acuario de Jutlandia en Thyborøn, en el fiordo de Lim, en el noroeste de Dinamarca. En esa región, donde el viento apenas salado dicta la dirección del crecimiento de los árboles y donde las ovejas no dejan que las molesten cuando están pastando, Jens acompaña a turistas en un safari de ostras.
El viaje lleva a uno de los bancos situados más al norte en el mundo, refugio de las ostras europeas, que son especialmente exquisitas y raras. Los codiciados moluscos viven en estado salvaje en las aguas limpias del fiordo de Lim.
Jens conoce en un brazo del fiordo los mejores lugares donde una cantidad especialmente grande de ostras vive de la filtración de algas diminutas y partículas flotantes, un par de palmos por debajo de la superficie del agua.
Para conseguir los ingredientes de los platos más frescos y opulentos, los participantes en la excursión solo necesitan ropa caliente a prueba de viento y quizá un par de calcetines extra. Y es que el safari de ostras solo está permitido en los meses con una «erre» y a lo sumo todavía en las primeras semanas de mayo. En verano, los raros moluscos se reproducen sin la intervención del hombre. Y la naturaleza ha arreglado las cosas de tal forma que las ostras salvajes son las que mejor saben. A menos de cien metros de una idílica granja cubierta con paja está situado el banco. Jens lleva en su todoterreno pantalones pescadores, buitrones y lupas subacuáticas, además de todo los que necesitan los gourmets: champán, agua mineral, limones, cebollas, aceto balsámico y azúcar. Y es que a los daneses les gusta sorber las ostras con cebolla, vinagre y azúcar. También forman parte del equipamiento para el safari una parrilla, leña, paños, vasos y cuchillos para abrir los moluscos. Casi cada mirada por la gigantesca lupa de color naranja chillón es premiada con una ostra que comparte el lugar en el fondo de guijarro con almejas. Es muy fácil desprenderlas. Después de estar parados menos de media hora en el agua, que llega hasta la rodilla o hasta la cadera, hay más ostras en las cubetas que las que pudieran comer los miembros del grupo.
Algunos de los moluscos serán degustados en su cocha y con una mezcla de balsámico, cebolla y azúcar. Sin embargo, primero vamos a comer las ostras crudas. Jens quiere que la gente note la diferencia de sabor entre las que proceden del Pacífico y las europeas, que son redondas.
Al danés le gusta que sus huéspedes coman la mayor cantidad posible de ostras pacíficas, porque estas se reproducen de forma masiva. «Actualmente, la proporción es de 50-50«, dice. «Sería una pena que la ostra pacífica desplace a la europea, ¿no?» Esto está claro. Así que echamos más ostras pacíficas a la parrilla, pero esta vez sin cebolla y azúcar.
Información básica: safari de ostras en el fiordo de Lim
Excursiones: las excusiones en el fiordo de Lim en Jutlandia se ofrecen de septiembre a mediados de mayo dos o tres veces al mes. Duran entre tres y cuatro horas y cuestan 27 euros (31 dólares) por persona. El precio incluye agua y champán o vino blanco. Cada participante puede comer tantas ostras como quiera. Se pueden hacer reservas por email escribiendo a [email protected].
Karin Willen (dpa)