Todos han tenido alguna vez una sensación similar: entran en un ambiente y se sienten de inmediato bien. Los colores, la distribución de los espacios, los muebles y los materiales emanan tranquilidad y uno se siente muy a gusto. Hay quienes han estudiado qué es lo que genera esa sensación tan agradable en la decoración y la instalación general de un espacio. Son elementos que uno percibe inconscientemente. El feng shui da voz a esas intuiciones.
El feng shui es un sistema chino de armonía y de ocupación consciente de los espacios. El objetivo es encauzar el Qi, la energía vital invisible que rodea todo. El feng shui señala que al organizarse los espacios de acuerdo a determinados principios el Qi puede fluir y generar, de ese modo, esa sensación tan agradable.
No hay que subestimar esa energía, dicen quienes se han especializado en este ámbito, que aseguran que sólo somos capaces de percibir un ocho por ciento de lo que vemos. Según este enfoque, todo el resto es captado en forma inconsciente, y quien logra corregir lo que molesta también logra sentirse mejor.
La traducción de feng shui es viento y agua, las dos fuerzas polares entre las que se desarrolla nuestra vida. El viento mueve las cosas hacia adelante, hacia arriba, hacia abajo, y evita que todo se estanque. Para poder actuar necesita un compañero: el agua, que en el feng shui es sinónimo de la quietud, lo estático. Este elemento significa que debemos mirar en nuestro interior y preguntarnos cuáles son nuestras necesidades más primarias, comenta una experta.
Parte de ese proceso es no actuar de un modo en el que uno se sienta desprotegido. Eso, trasladado al ambiente, implica por ejemplo que un escritorio no estará bien colocado contra una pared si uno, al sentarse, le da la espalda a la puerta. Será mejor girarlo. Tampoco se recomienda que las mesas estén contra una pared, porque eso detiene el flujo de la energía.
Para detectar qué es lo que puede estar molestando a nivel inconsciente, puede servir filmar con detenimiento la vivienda. Eso puede ayudar a ver cosas que suelen estar tapadas por otras, o a ver que en algunos espacios hay un gran vacío.
La consecuencia directa no debe ser deshacerse inmediatamente de cosas o llenar espacios. La filmación y la observación detenida de lo que a uno lo rodea a diario dejará tal vez en claro qué rincones resultan particularmente emotivos y cuáles no.
No existen soluciones generales. La solución debe ser individual. Sin embargo, algunos consejos pueden resultar útiles: en muchos apartamentos uno entra y, si camina recto, chocará contra una pared. Para evitar que esto dé una sensación de ensimismamiento, en ese lugar de la pared puede colocarse una imagen con un fondo profundo.
Los colores también hacen una gran diferencia. El blanco atrae la luz y la refleja, resulta muy dinámico. En cambio, si uno busca serenidad, el blanco no es buen consejero. Un verde o azul podría resultar más armónico. El rojo es comunicativo, fuerte, y podría ir en una sala de estar, donde la conversación y el intercambio son importantes.
Los especialistas consultados observan que el feng shui fue malinterpretado en los últimos años. No se trata de incorporar elementos orientales o sonidos particulares ni de tirar abajo paredes. Pero el cambio sí es parte del proceso. Si logramos cambiar la estructura de un espacio, también cambia quien lo habita.
Mujer21/Dpa