¿Puedo comer uno más? La pregunta surge muchas veces con los helados. Muchísimas personas, adultos y niños, se quedan con las ganas de seguir saboreando algo tan fresco y exquisito en el verano. Y entonces… ¿por qué no? Sólo se trata de hallar gustos y calidades que no sean una bomba.
Lo ideal es que las grasas sean naturales, que las frutas sean de alta calidad y que el helado no contenga conservantes. Podría parecer una exigencia desmedida. ¿Dónde se puede conseguir un helado así? Sin embargo, la realidad es que la demanda de helados «saludables» está en alza.
De hecho los sabores frutales y al agua están a la orden del día en muchos locales y además el sector frutal ofrece cada vez más variedades.
¿Por qué? Porque ese tipo de helados no contiene prácticamente grasas y resulta particularmente liviano. Hay muchísimos cafés que en el verano compran el helado de fabricantes, que trabajan con bajo contenido de azúcar y de grasa. No hay que creer que son productos desabridos o sin gracia. ¡Todo lo contrario! ¿Alguna vez probaste el helado de naranja-yogur, el de mermelada de casís o el de leche magra con mango? ¡Son deliciosos! Y, como si fuera poco, no producen esa sensación horrible de saciedad.
Quien tenga alguna duda, puede prepararse su propio helado. No es tan complicado como parece y al hacerlo uno puede estar seguro de qué es lo que lleva. Mal no le saldrá, ya que de por sí sabrá que no contiene ni emulgentes, ni estabilizadores, ni espesantes, todos aditivos que suelen ser utilizados en la producción industrial.
Desde ya, quien piense que preparará su propio helado con bastante frecuencia, hará bien en comprar una máquina con compresor. Las más económicas suelen ser las que funcionan a batería. En ese caso, sólo hay que recordar colocar la batería en el congelador unas doce horas antes de utilizarla.
Una variante exquisita y sencilla es tomar un puré de frutas y mezclarlo con algo de azúcar y yogur. Puede añadirle menta muy bien picada o alguna hierba alimonada y…¡directo al congelador! Nunca estará de más colocarle un traguito de licor, por ejemplo, de limoncello.
Así como la leche y la nata pueden ser reemplazadas por el yogur u otros productos lácteos livianos, también hay diversos tipos de azúcar. Una opción es utilizar stevia, sobre todo si uno sabe que tendrá alguna visita diabética. También puede recurrirse a la miel o al azúcar de palma.
Pero claro, a veces la tentación mayor está puesta en los clásicos como la vainilla y el chocolate. En ese caso, la única alternativa es disfrutarlos lentamente. Comiéndolos pausadamente le dará más tiempo al cuerpo para sentirse satisfecho y gozará más de los sabores. Tal vez de ese modo pueda esperar un poco más hasta comer otro del mismo sabor.
Dpa/Mujer21
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